domingo, 16 de octubre de 2022

Carmen Lyra - Salir con un domingo siete

 

Salir con un domingo siete

                                                                         (fragmento)


Había una vez dos compadres güechos, uno rico y otro pobre. El rico era muy mezquino, de los que no dan ni sal para un huevo. El pobre, iba todos los viernes al monte a cortar leña que vendía en la ciudad cuando estaba seca.


Uno de tantos viernes se extravió en la montaña, y le cogió la noche sin poder dar con la salida. Cansado de andar de aquí y de allá, resolvió subirse a un árbol para pasar allí la noche. Ató al tronco el burro que le ayudaba en su trabajo y él se encaramó casi hasta el cucurucho. Al rato de estar allí, vio de pronto que a lo lejos se encendía una luz. Bajó y se encaminó hacia ella. Cuando la perdía de vista, subía a un árbol y se orientaba. Al irse acercando, vio que se trataba de una gran casa iluminada, situada en un claro del bosque. Parecía como si en ella se celebrara una gran fiesta. Se oía música, cánticos y carcajadas.


El hombre aseguró su bestia y se fue acercando poquito a poco.


La parranda era muy adentro, porque las salas que estaban a la entrada se encontraban vacías. En puntillas se fue metiendo, se fue metiendo hasta que dió con lo que era. Se escondió detrás de una puerta y se puso a curiosear por una rendija: la sala estaba llena de brujas mechudas y feas que bailaban pegando brincos como los micos y que cantaban a gritos esta única canción:



     Lunes y martes y miércoles tres.


Pasaron las horas y las brujas no se cansaban se sus bailes y siempre en su dele que dele:

     Lunes y martes y miércoles tres.


Aburrido el compadre pobre de oir la misma cosa, agregó cantando con su vocecilla de güecho:

     Jueves y viernes y sábado seis.


Gritos y brincos cesaron ...

-¿Quién ha cantado?- preguntaron unas.

-¿Quién ha arreglado tan bien nuestra canción?- decían otras.

-¡Qué cosa más linda! ¡Quien ha cantado así merece un premio!

Todas se pusieron a buscar y por fin dieron con el compadre pobre, que estaba en un temblor detrás de la puerta.


Gracias por tu visita y felices clases

Tener un hijo, plantar un árbol y escribir un libro es fácil. Lo difícil es criar un niño, regar el árbol y que alguien lea el libro.

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