La Sequía
La sequía - Texto para la clase de español
Carlos Salazar Herrera
Carlos Salazar Herrera fue un escritor, escultor, dibujante, periodista y grabadista Realizó sus estudios primarios y secundarios en San José. Luego ingresó a laborar en un taller mecánico.
A los catorce años obtiene su primer galardón por su ensayo El café. Desde su adolescencia presentaba aptitudes para la literatura y el dibujo. Pasó luego al Banco de John M. Keith y cuando el banco cerró sus puertas, aprovechó sus habilidades con el crayón y decidió tener una oficina privada de dibujo. Con la publicación de su libro Dibujo práctico, se difundió la calidad de su trazo costarricense.
La Sequía (fragmento)
Muy parecido estaba a uno de esos “tocadores de ocarina” que esculpieron sus antepasados.
Sin moverse, pasmado, horas y horas en cuclillas.
Piedra con
musgo era así su cara, el reflejo de las matas que todavía podían ser
verdes.
Al reflejo de las matas que junto a la entrada, afuera estuvo siempre
el indio echando raíces…y el corazón.
A fuerza de estar ahí, el indio había cogido el color del
rancho.
El rancho, en el vientre de la montaña seca por la sequía,
fue volviéndose sonoro.
Rancho horqueteado, amarras de bejuco, hojas de plátano, corteza de palmito… y tierra.
Adentro estaba la india compañera.
Charco de agua clara de esos que repiten a la luna, era por dentro la india.
Cosa de la montaña!.
No llovía.
Se cansaron los yigüirros de pedir agua.
Cayeron las hojas de los árboles grandes.
La tierra y el sol se bebieron el río.
Hojas, hojas, hojas. Amarillas las hojas que no pudieron
sostenerse más.
Hojas secas en todos los rincones de la selva.
Secos
los bañaderos de los chanchos y el sexo de las flores.
Sin agua los
bejucos de agua y la catadura de los arroyos.
Secas las narices de
los animales….
Un corazón y secándose otro.
La india fue saliendo del rancho a pasos torpes. Se detuvo, miró al indio.
Miró el rancho. Miró la picada.
Miró otra vez al indio, al indio su hombre. Se acercó a él hasta tocarlo.
Esperó. Esperó, pero el indio no abría la boca, no se movía.
La india se dio a caminar huyendo despacio, muy despacio.
Allí quedose el indio. La cabeza incrustada en las manos.
Los codos amarrados sobre las rodillas.
Los pies con raíces en la tierra
El silencio abríase, alargándose en el rancho que se fue pareciendo a
rancho donde no vive nadie.
Ella se lo había dicho. Le había anunciado que se iba para siempre
porque ya no podía más.
Porque él no la miraba, porque no le hablaba, porque no la quería.
Porque aquel silencio le estaba doliendo como una úlcera.
El quiso decirle algo, pero como jamás dijo nada, no estaba en él.
Y la india quería un poco de
Alguna vez una sonrisa para dar color al rancho. Quizá una
caricia…pero… era mucho pedir.
El indio y la india no se podían encontrar donde se hacen uno solo los
caminos.
palabras para asustar al silencio. Un poco de ternura para acortar las
horas.
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Saludos y felices clases.
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