martes, 26 de octubre de 2021

El huésped, Amparo Dávila

       El huésped Cuento de horror

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Amparo Dávila






Amparo Dávila (Pinos, Zacatecas, 21 de febrero de 1928 - Ciudad de México, 18 de abril de 2020)1​ fue una escritora mexicana ganadora del Premio Xavier Villaurrutia en 1977.


A finales de 2015 se le otorgó la Medalla Bellas Artes en reconocimiento a su trayectoria y desde 2015, el gobierno federal de México convoca un premio nacional de cuento fantástico con su nombre, el Premio Bellas Artes de Cuento Amparo Dávila.


Fragmento de El huésped


Nunca olvidaré el día en que vino a vivir con nosotros. Mi marido lo trajo al regreso de un viaje.


Llevábamos entonces cerca de tres años de matrimonio, teníamos dos niños y yo no era feliz. Representaba para mi marido algo así como un mueble, que se acostumbra uno a ver en determinado sitio, pero que no causa la menor impresión. Vivíamos en un pueblo pequeño, incomunicado y distante de la ciudad. Un pueblo casi muerto o a punto de desaparecer.


No pude reprimir un grito de horror, cuando lo vi por primera vez. Era lúgubre, siniestro. Con grandes ojos amarillentos, casi redondos y sin parpadeo, que parecían penetrar a través de las cosas y de las personas.





Mi vida desdichada se convirtió en un infierno. La misma noche de su llegada supliqué a mi marido que no me condenara a la tortura de su compañía. No podía resistirlo; me inspiraba desconfianza y horror. «Es completamente inofensivo» —dijo mi marido mirándome con marcada indiferencia. «Te acostumbrarás a su compañía y, si no lo consigues…“ No hubo manera de convencerlo de que se lo llevara. Se quedó en nuestra casa.

No fui la única en sufrir con su presencia. Todos los de la casa —mis niños, la mujer que me ayudaba en los quehaceres, su hijito— sentíamos pavor de él. Sólo mi marido gozaba teniéndolo allí.


Desde el primer día mi marido le asignó el cuarto de la esquina. Era ésta una pieza grande, pero húmeda y oscura. Por esos inconvenientes yo nunca la ocupaba. Sin embargo él pareció sentirse contento con la habitación. Como era bastante oscura, se acomodaba a sus necesidades. Dormía hasta el oscurecer y nunca supe a qué hora se acostaba.



  

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Tener un hijo, plantar un árbol y escribir un libro es fácil. Lo difícil es criar un niño, regar el árbol y que alguien lea el libro.

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